domingo, 22 de noviembre de 2009

El Castillo de Cristal


Después de tanto tiempo, me toca hablar de un maravilloso libro que acaparó toda mi atención la primera parte de este verano. El Castillo de Cristal es una historia transformadora sobre la locura, la pobreza y el amor, sobre los excesos, los límites desconocidos y el afán de libertad y genuinidad de los protagonistas.

Es la historia de la propia escritora, Jeannete Walls, una conocida periodista que durante años ocultó un gran secreto, el de su familia. Una familia al mismo tiempo profundamente disfuncional y tremendamente viva, vibrante. El padre, Rex, es un hombre carismático y entusiasta, que logra transmitir a sus hijos la pasión por vivir. Les enseña física, geología, les cuenta historias. Pero Rex es alcohólico, y cuando está borracho se convierte en una persona destructiva y poco de fiar. La madre es un espíritu libre, una pintora muy orgullosa de su arte que aborrece la idea de una vida convencional y que no está dispuesta a asumir la responsabilidad de criar a sus cuatro hijos.

La familia Walls es una familia errante. Viven aquí y allá y sobreviven como pueden. Los niños aprenden a cuidar de sí mismos, se protegen unos a otros, y finalmente consiguen salir del círculo infernal en que se convierte la familia para marcharse a Nueva York. En el camino quedan noches donde duermen al aire libre en el desierto, pueblos donde acuden por una semana a la escuela, vecinos que los ayudan y abusos de todo tipo.

El castillo de cristal es la historia conmovedora de una familia que ama y que también abandona, que es leal y al mismo tiempo decepciona. Mezcla la pasión, las ganas de vivir algo así, de darle a tu vida una inmensa naturalidad literalmente hablando y ser totalmente libre de los estereotipos civilizados, con la gran catástorfe que se puede suceder cuando pierdes totalmente los pies de la tierra, cuando te elevas tanto del mundo que la caída es inminente y pierdes todo hilo de cordura y comunicación con el mundo real, así como de tus propios deberes y responsabilidades a los que, queramos o no, siempre estaremos unidos (mejor llamarlo así que "atados"). Es uno de esos libros después de cuya lectura uno no permanece igual sino que sale cambiado para siempre.